Brindemos por los viejos amigos que merecían algo mejor de lo que tuvieron
El mundo está lleno de despedidas. Las hay que lloran con desconsuelo. Otras se visten el chunasquero de la resignación. Furia, pasión, melancolía...
Yo me despido con una sonrisa grande de esas que usa el kiwi fantasma del pasillo, porque sé algo que las demás despedidas no saben: que el adios no es definitivo ni para siempre, es solo una palabra que marca el final de una etapa.

La vida es como un bumerang.
y está repleta de finales inciertos.
Quiero llenarme hasta los topes y explotar.